La llegada de la primavera nos anima a salir más y disfrutar del deporte al aire libre. Sin embargo, para quienes sufren alergia, esta estación también trae estornudos, ojos llorosos y sensación de fatiga que pueden hacer que el ejercicio sea más incómodo. Pero eso no significa que tengamos que renunciar a nuestra rutina. Con algunos ajustes, podemos seguir entrenando sin que la alergia nos frene.
¿Cómo entrenar en primavera sin que la alergia te frene?
El polen es el principal responsable de los síntomas en esta época del año. Se trata de una sustancia microscópica que liberan por el aire las plantas para su reproducción. Al inhalarlo, nuestro sistema inmunológico puede reaccionar como si fuera una amenaza, causando síntomas como estornudos, picor de ojos y dificultad para respirar. Aunque no se puede evitar por completo porque está presente en el ambiente en grandes cantidades, sí podemos reducir su impacto con algunos ajustes:
- Escoger bien la hora: los niveles de polen suelen ser más altos a primera hora de la mañana y al atardecer. Si es posible, es preferible entrenar a media mañana o a última hora de la tarde.
- Evitar los días de viento: el viento mantiene el polen en suspensión y hace que lo inhalemos con mayor facilidad. Si el día está ventoso, puede ser mejor hacer ejercicio en interiores.
- Usar gafas de sol y gorra: proteger los ojos y el cabello del contacto con el polen, reduciendo la irritación.
- Respirar por la nariz: la nariz filtra parte del polen antes de que llegue a los pulmones. Intentar no respirar por la boca puede ayudar a reducir los síntomas.
Cuando la alergia no da tregua: alternativas para seguir en movimiento
A pesar de tomar precauciones, hay días en los que la alergia sigue siendo un obstáculo y entrenar al aire libre se hace complicado. Si los síntomas no mejoran con los ajustes en horarios o equipamiento, podemos buscar otras formas de mantenernos activos sin exponernos al polen:
- Ejercicio en interiores: cambiar la carrera o el entrenamiento al aire libre por una sesión en el gimnasio o en casa puede ser una solución. Así evitamos el contacto directo con los alérgenos del ambiente y reducimos la probabilidad de molestias.
- Natación, una opción sin polen: al estar en el agua, nuestras vías respiratorias están menos expuestas y la humedad ayuda a despejar la nariz y los bronquios. Además, es un ejercicio de bajo impacto que protege las articulaciones.
- Reducir la intensidad: si notamos que los síntomas empeoran con entrenamientos exigentes, podemos optar por actividades más suaves como yoga, pilates o caminatas en zonas menos expuestas al polen, como espacios cercanos al mar.
Después de entrenar: pequeñas rutinas que marcan la diferencia
Tras hacer ejercicio al aire libre, nuestro cuerpo necesita recuperarse del esfuerzo y liberarse de los alérgenos que hemos acumulado durante toda la actividad. El polen puede quedar adherido a la piel, el cabello y la ropa, y seguir causando molestias incluso después de haber terminado el entrenamiento. Por eso, es importante incorporar algunos hábitos que nos ayuden a minimizar su efecto:
- Ducha y cambio de ropa: al terminar, es recomendable ducharse lo antes posible para eliminar los restos de polen y otras partículas que puedan haber quedado en la piel y el cabello. Además, cambiarse de ropa evita que sigamos en contacto con los alérgenos y ayuda a reducir la sensación de picor o congestión.
- Limpieza nasal: durante el ejercicio, es inevitable inhalar pequeñas partículas de polen. Un lavado con suero fisiológico después de entrenar ayuda a despejar las vías respiratorias y a reducir la irritación.
- Beber agua: mantenerse hidratado ayuda tanto a la recuperación muscular, como a mantener las mucosas en buen estado, facilitando la eliminación de partículas irritantes y aliviando la sensación de sequedad o picor en la garganta.
Escuchar a tu cuerpo es lo más importante
Cuando practicamos deporte, es fácil caer en la mentalidad de que cuanto más esfuerzo hagamos, mejor. Sin embargo, entrenar con alergia no se trata solo de aguantar los síntomas, sino de entender hasta qué punto nuestro cuerpo puede rendir sin comprometer nuestra salud.
Si en plena actividad notamos dificultad para respirar, mareos o una sensación de agotamiento inusual, es una señal de que debemos hacer un alto y evaluar cómo estamos respondiendo. Ignorar estos avisos puede derivar en una disminución del rendimiento, una recuperación más lenta o incluso en problemas mayores, como episodios de asma inducidos por el ejercicio.
Aprender a adaptar el entrenamiento a nuestras circunstancias no es sinónimo de debilidad, sino de inteligencia deportiva. Hay días en los que será mejor reducir la intensidad, cambiar el tipo de ejercicio o incluso descansar si el cuerpo lo necesita. A la larga, escuchar estas señales nos permitirá mantener la constancia sin que la alergia se convierta en un freno definitivo.
Acompañamiento médico
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